La dueña del oro
cantaba una canción dorada
y el resto de los hombres
los coros entonaban.
Se rompían los versos de las gaviotas
que no eran de cristal,
sino de carne y hueso;
¡nadie lo veía!
Se hacía apología con tribales escabrosos
al poder, la magia negra y a la guerra.
¡Vibraban los corazones llenos de odio!
Salvaje marabunta danzando sobre la hierba…
Si se callaran un poco
escucharían la tierra y
la belleza mataría sus ansias de sangre fresca.
Si entonaran otro ritmo,
la música de la selva
descosería del hechizo
el hilo de tela negra.
¡Si se miraran y se abrazaran los cuerpos incomprendidos!
ya no querrían poner sus dedos sobre el gatillo.
Pero la dueña del oro sigue cantando,
hipnotizando almas dormidas;
la Tierra y la Humanidad siguen girando;
siguen corriendo las manecillas,
los ojos tristes aguantando el llanto,
las niñas en misa aguantando la risa
y, el espanto, pisándonos los talones.
Menos mal que quedan charcos
y bellísimos acordes
del que aún sigue luchando
con ferviente dignidad,
sin cantar los coros rancios,
bailando en su propio nombre
y en el de la Libertad.
Muy lindo.
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Bello
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Siempre sorprendiendome con tus poemas!!! 😱😱😱
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😊😊 me alegra que te sorprendan!
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